El glaucoma ocular es una enfermedad degenerativa del nervio óptico que puede provocar una pérdida de visión irreversible si no se detecta y trata a tiempo. Su evolución es lenta y silenciosa, lo que dificulta su diagnóstico en las fases iniciales, cuando aún no se han producido daños importantes en la vista.
Conocer qué es el glaucoma en el ojo, sus síntomas más habituales, los tipos existentes según el ángulo de drenaje y las opciones de tratamiento es clave para frenar su avance. Tras más de 20 años de experiencia combatiendo esta patología visual en nuestra clínica, a continuación, explicamos todo lo que necesitas saber para reconocerlo a tiempo y proteger tus ojos.
¿Qué es el glaucoma?
El glaucoma ocular es una enfermedad que daña progresivamente el nervio óptico, el encargado de transmitir la información visual desde el ojo hasta el cerebro. Esta lesión suele estar provocada por un aumento anormal de la presión intraocular, aunque también puede aparecer con valores de presión normales.
Con el tiempo, este daño puede causar pérdida de visión irreversible e incluso ceguera total si no se trata adecuadamente.
El glaucoma no suele presentar síntomas evidentes en sus primeras etapas, por lo que muchas personas no son conscientes de que lo padecen hasta que la enfermedad ya ha afectado significativamente su campo visual.
¿Cómo afecta al ojo y al nervio óptico?
El nervio óptico está formado por más de un millón de fibras nerviosas. Cuando la presión dentro del ojo es demasiado alta durante un periodo prolongado, estas fibras se deterioran poco a poco, comenzando por la visión periférica. A medida que el glaucoma avanza, el campo visual se reduce y puede llegar a generar una visión en túnel, dejando solo una pequeña área central de visión útil.
Este daño es irreversible, por lo que la detección precoz es fundamental para evitar la pérdida de visión permanente.
¿Por qué se acumula presión intraocular?
El ojo produce un líquido llamado humor acuoso, que circula por su interior y se drena a través de una estructura denominada malla trabecular, situada en el ángulo entre el iris y la córnea. Cuando este sistema de drenaje no funciona correctamente, el líquido se acumula, lo que incrementa la presión intraocular.
Existen diversas causas que pueden alterar este equilibrio, desde obstrucciones en el ángulo de drenaje hasta malformaciones congénitas o procesos inflamatorios. La acumulación de presión es el principal factor de riesgo para el desarrollo del glaucoma, aunque no el único.
Síntomas del glaucoma ocular
Una de las grandes dificultades es que puede avanzar sin causar síntomas notorios durante años. Por eso, muchas personas descubren que lo padecen cuando el daño ya es significativo. Conocer los signos de alerta y entender cómo evoluciona esta patología puede marcar la diferencia entre conservar o perder la visión.
Síntomas iniciales
En la mayoría de los casos, especialmente en el glaucoma de ángulo abierto, los síntomas iniciales son prácticamente imperceptibles. El paciente no siente dolor ni nota alteraciones evidentes en su día a día.
El daño visual comienza en los bordes del campo de visión (visión periférica) y avanza de forma progresiva hacia el centro. Esta evolución explica cómo ve una persona con glaucoma: con una visión en túnel cada vez más reducida. A medida que progresa, puede haber dificultad para detectar objetos por los lados, tropezones frecuentes o problemas para conducir de noche.
¿Cuándo el glaucoma es grave?
El glaucoma se considera grave cuando ha causado una pérdida importante del campo visual o cuando hay un riesgo alto de ceguera inminente. Esto suele ocurrir en etapas avanzadas o cuando el glaucoma es del tipo ángulo cerrado, una forma más agresiva que puede presentarse de manera repentina.
En estos casos, pueden aparecer síntomas más evidentes como:
- Dolor ocular intenso
- Enrojecimiento del ojo
- Náuseas y vómitos
- Visión borrosa o halos alrededor de las luces
- Dolor de cabeza severo
Este cuadro se conoce como crisis aguda de glaucoma y requiere atención médica urgente.
¿Cómo saber si tengo esta patología en el ojo?
La única forma fiable de saber si se padece glaucoma es acudiendo a un oftalmólogo para realizar una prueba de glaucoma. Son indoloras, rápidas y permiten detectar la enfermedad incluso en fases muy iniciales. Entre ellas se incluyen la tonometría, el examen del nervio óptico, la campimetría visual y la tomografía de coherencia óptica.
Tipos de glaucoma
Existen diferentes clases de glaucoma en el ojo, clasificados según su causa, evolución y el ángulo de drenaje entre el iris y la córnea. Cada uno presenta características particulares y requiere un enfoque diagnóstico y terapéutico adaptado.
A continuación, explicamos los más relevantes:
Glaucoma de ángulo abierto
Es la forma más común. Se desarrolla de forma lenta y progresiva debido a una obstrucción parcial en el sistema de drenaje del ojo, lo que provoca un aumento de la presión intraocular.
Este tipo de glaucoma requiere revisiones periódicas, ya que el paciente no suele notar pérdida de visión hasta que ha afectado gran parte del campo visual periférico.
Glaucoma de ángulo cerrado
Mucho menos frecuente, pero más agresivo. En este caso, el ángulo de drenaje se bloquea súbitamente, generando una elevación brusca de la presión intraocular. Esto causa síntomas como dolor ocular intenso, visión borrosa, náuseas y halos alrededor de las luces.
Se considera una urgencia médica y requiere tratamiento inmediato para evitar daños irreversibles en el nervio óptico.
Glaucoma estrecho
Es una situación anatómica en la que el ángulo de drenaje del ojo está más cerrado de lo normal, pero aún no se ha producido un bloqueo total. Puede evolucionar hacia un glaucoma de ángulo cerrado, por lo que es importante detectarlo y tratarlo preventivamente con láser.
Los pacientes con este tipo de ángulo son más propensos a sufrir una crisis de glaucoma ante factores como la oscuridad, medicamentos dilatadores o el estrés.
Glaucoma congénito o infantil
Aparece desde el nacimiento o en los primeros años de vida debido a malformaciones en las estructuras del ojo encargadas de drenar el humor acuoso. Es poco frecuente, pero debe detectarse cuanto antes, ya que puede provocar ceguera irreversible.
En algunos casos, el glaucoma es hereditario, por lo que conviene estar especialmente atentos si existen antecedentes familiares. Algunos signos de alarma en bebés incluyen ojos grandes, lagrimeo excesivo, fotofobia (molestia a la luz) o córneas opacas.
Glaucoma secundario
Se produce como consecuencia de otra enfermedad o situación, como inflamaciones oculares, traumatismos, uso prolongado de corticoides, tumores o complicaciones de otras cirugías oculares.
El tratamiento dependerá de la causa subyacente, pero también se deberá controlar la presión intraocular para evitar daño al nervio óptico.
Glaucoma normotensivo
En este tipo, el paciente presenta signos de daño en el nervio óptico y pérdida de campo visual, pero la presión intraocular se mantiene dentro de rangos normales. Se cree que puede deberse a una hipersensibilidad del nervio óptico o a problemas vasculares.
El diagnóstico suele ser más complejo y requiere pruebas específicas. El tratamiento busca reducir aún más la presión ocular, aunque esta ya sea aparentemente normal.
Estrías de Haab
Son líneas horizontales visibles en la córnea, provocadas por una distensión del globo ocular en casos de glaucoma congénito. Son uno de los signos clínicos más característicos de esta enfermedad en lactantes y recién nacidos.
Su presencia es una señal de alarma que requiere derivación urgente a un oftalmólogo pediátrico para su valoración y tratamiento quirúrgico precoz.
¿Qué tratamiento hay para el glaucoma?
El tratamiento del glaucoma tiene como objetivo principal frenar el avance del daño en el nervio óptico y controlar la presión intraocular. Dependiendo del tipo y grado de la enfermedad, el oftalmólogo puede recomendar una o varias de las siguientes opciones:
- Colirios y gotas oftálmicas: Reducen la presión intraocular. Son el tratamiento inicial más común, aunque requieren una aplicación diaria y constante.
- Tratamiento farmacológico oral: Se utiliza en casos específicos o cuando los colirios no son suficientes. Puede tener efectos secundarios y requiere supervisión médica.
- Trabeculoplastia láser: Mejora el drenaje del humor acuoso mediante láser, sin necesidad de incisión. Es rápida, ambulatoria y eficaz en muchos casos de glaucoma de ángulo abierto.
- Cirugías filtrantes: Como la trabeculectomía, se realizan cuando el tratamiento farmacológico o láser no consigue los resultados esperados.
- Implantes de drenaje: Se colocan dispositivos para facilitar la salida del humor acuoso y disminuir la presión ocular.
- Cirugías microinvasivas: Indicadas en glaucomas leves o moderados, con menor riesgo de complicaciones y tiempos de recuperación más rápidos.
Todos los tratamientos requieren seguimiento médico para evaluar su efectividad y ajustar la estrategia terapéutica si fuera necesario.
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